Plato bajo

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Lentamente se dibujó su movimiento en las esporas de Eolo. Lento siguió atavíos de los hombres en su caminar, y dejó su rastro omnívoro. En las afueras de la mesura comensal quebró su espíritu el plato bajo.

Hablar de amar

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Ahora, para hablar de amor hay que revolverse las entrañas y sacar retorcidos espejos y minotauros. El amar es más simple, es un espacio y un momento. Ahora para amar hay que detenerse, culebrear, faenar, agarrar al otro por los pies y colgarlo en nuestros árboles. Amar es caminar los caminos, lavar loza junto a ti y hacerte el amor.

A ese hombre

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Es ese hombre. Su azucarado y las aves en el pecho nombre. Seguimos en ese ciclo y somos, del jovencito afrancesado -no servil-, son ombre.

Arrepentirse

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Arrepentirse es perder,
es caer
anquilosado en las caras de la desazón. Hoy, hoy me arrepiento un poco,
porque a veces
el caracol no me da para seguir girando. Querendola, a veces te pido perdones y no
lo sabes nunca.
No quiero evitarme caído, no quiero revolver las manos y hacer marañas con mis bigotes de viejecito añoso.
Yo pierdo y caigo y muero y no soy el que sabe de las cosas un sinfín de naciones encandiladas. No quiero que me mueras. No quiero morirte más...
[y arrepentirme.

A tu cansancio

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A tu cansancio lo observo, lo copulo desde mi hombros para mis adentros. Mujer de la sonrisa de lengua roja y ojitos negros, niña de las casas del rededor, saltaste un día de las techumbres, abrazaste lo chilotitos nicaragüeneses y derrumbaste la sierra en el Perú. Son las manos féminas, fusileras y nocturnas las que exploten mi suramérica. Las sangres saltarán temprano por sus sienes señoritos de la "libertad".
Dedicado a María Concepción, la Conce.

Zumbando

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Zumbando abejas las pasan detrás mio.
Un número, un numero, un numeró: todos espranzaditos de no sé qué, si no hay futuro, no hay mamá.
Una cabra cae cerro abajo y la encuentro boquiabierta parloteando mi nombre a escondidas.
Eso sería, después me dirás que me atas y quizá qué cosas, afable te diré que fumo de los ojos que me das.
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En un cuarto

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En un cuarto de minuto, en el cuarto de atrás,
en el cuarto día de ese extraño mes, supo de las mayúsculas palabras con las que sepultaba las raíces de su bolsita del té.
En un cuarto, exánime, hexagonal y sexuado, tomó sus carnes y se las echó en el hombro: quiso caminar.

Una mesa

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En la mesa,
donde residen las virtudes de toda una familia,
cayó la noche de tus vuelos. Cubiertos y descubiertos cayeron apilados junto a ti, como rodeándose de tus evidentes faltas de todo.
En junto, casi dormida y siempre presta, tu hermana cocía las legumbres como de costumbre.

Trova

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Trova que eres nostalgia toda, pequeño sol en las ramas jardines y en la cocina con mi madre. Te me cuelas por la espalda y naces prendida como de amores vastos y lunares en mi rostro. Saliste emancipada, regia, entre las aves que corrían muertas por las selvas. De tus ojos nacen las ya nacidas.

Tabletitas

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Tabletitas multicolores me funden las orejas y difuminan los rostros lápices. Unas máscaras caen por las escaleras, rotundas, antropófagas. Oh, cigarrillo. Púdreme los arbolitos y haz el amor con mis entrañas de joven. Una mano enorma se dibuja entre los edificos y tú coges tus pequeñas muestras de senectud y te marchas sin beber del trago que habríamos solicitado. Nótese la de groserías que vuelan por nuestras cabezas de pie. Tabletitas dancen este lúcido compás: yo y mi ciudad.

Para comerte el mar

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Para lo que hiciste y comerte el mar has de necesitar ventanas muy grandes en la base de tu cabeza e imaginación. De un modo u otro, las oceanas formas y las oceánicas formas se distribuyen en las memorias y no se vuelcan dentro del plato de las imaginerías que haces con tus manitas tan suaves. La mayoría de las veces es necesario entender. solo - suelo - sola Las menos no hay para qué.

Se caen en el trayecto número catorce

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Se caen las virtudes y de las manos se me cae todo, una y otra vez, por querer asirlo. Pareciera que siempre quedo en nada y con las penas me voy corriendo por las plantas de este sucio veredal. Nazco como de imprevisto en todas las lluvias de verano y me como la Patria, me como a Dios y a todo yo. ¡Por la conchetumare! A veces, ya no quiero de trabajos, ni de verdes lazos en las calurosas tardecitas de mi vida. No, no quiero ver más ojos que encandilen, ni que me revuelvan las ilusiones en el caminar confuso. No, no quiero más piel ni músculos, no quiero tener ojos ni puertas. No, quiero volver a volver. el Trayecto dista tanto del efecto, de lo no abyecto y de lo recto.
Cae, se caen en el trayecto,
así como todas las cinco voces
con la boca rota, roja y en llamas.
Son las bocas -dientes lácteos- que habitan
mis brazos y las cosas todas
de mis rodeos.
Yo. Yo viviré.

Ardida

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La tapa del libro saltó conmocionada
Esfera,
esfera de mis noches.
como ardiendo tu cama, como buscándote desnudada. Hoy quisiera tomarte las manos, las manos y los pies, los pies. Y serán tus ojos ardidos la muestra de mi.

Cuando no me quieres

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Cuando no me quieres una bestia negra me come las piernas y mi deambular se vuelve confuso y áspero entre las manchas rojas de la piel. Cuando no me quieres un vaso se cae, un jueves se vuelve cualquiera y las miradas se entorpecen como buscándose en las nacidas vueltas. Cuando no me quieres sigo vivo, pero con las convicciones desbocadas y elididas de su devenir -que trasunta nuestros cuerpos-. Hoy, con los dedos un poco rotos, quisiera saber de dónde me caen las bestias tan grávidas. Y si las palabras pudieran conocer, entonces no serían las dos que todos esperan. Yo ya no resumo ni contengo, soy las palabras mismas en tus labios, en tu razón. Y no es que tenga alguna cosa porqué decir que no me quieres, hago letritas esa furia creciente en mi la boca de mis miedos.

Cómo amo

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Te quiero hombre y mujer, y te quiero porque las alegrías te salen rojas del pecho. Yo. Yo, no sé nada de amar. Todo lo que sé lo tengo en los pies, que comparten libres las ilusiones. Sé de las penas que te toman las hojas y te sacan el celeste de las venas. Sé de ellas, sé de los mares no resueltos y de tu cariño maltrecho. Yo no te dejo. Porque soy una crisálida en el vacío y me quedo a un costado, mientras los caballos corren y huyen despavoridos. Olvidaré la sangre, la saliva y el rencor. Seré de las plumas la cumbre y evocaré con silencios lo que no pude. Tú, máquina y sopores, vendrás a mi una y otra vez porque las calles caminan juntas. Un día, capullito, levantaré mis ojos florecitas amarillas y te tomaré para mostrarte el mundo llano. Resuelta te buscaré, cuando seas de los amores la primera furia. Y volveré a sumergirme en tus dádivas.
Dedicado a mis cuatro mujeres.

Cuando temo

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Cuando los miedos me pueden salgo de mis sienes disparatado, a tientas te busco, pierdo los estribores de las casas que habito de noches y me rindo unos segundos ante la infalible sonrisa de las preocupaciones. A veces, cuando las cosas se hacen casos, preferiría cumplir un par de promesas y volar rasante por los techos de nuestra ciudad. A veces, también, tengo ganas de amarte.