Madrugada

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El dolor de la espalda es
una furtiva y extraña manera de
escindir un rato las moscas, que son -a su vez- vicios
actuales que surcan
las habitaciones todo el año.

La mano fría sigue en si sitio, muy debajo
del codo y de las alucinaciones
que sostuvo en la tarde
con los amigos y las manzanas en
la manzana verde.

Trago la saliva y la lengua se me estira hasta el corazón
o algo así me parece.

Las hojas son las mismas de todos los días y
se me transforman al llegar al ojo. Tengo
ruido visual parece.

No entiendo muy bien, pero al
parecer un frío como de la avenida se ha venido
a instalar en mis piececitos. Ahora yacen azulosos de frío, y
los niños en la calle mueren con
la ternura de Gabriela.

Se mueren los gatos en el suelo y
en el suelo nacen los gatos. Pero estos gatos
nacen nuevos y se hacen a la vida en un disparo
de esos que corren por las calles.

La mesa continua instalada isla.
La mia cabeza se sumerge en días futuros con tu cintura
en mis manos.

Bajo las colinas en una desesperada espera y me fugo
a las habitaciones de en medio.