Pronto y la caída

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Pronto y la caída,
no se sabe nada de eso que nos queda allá fuera.

A veces podemos quitarnos un poco la ropa y vernos desnudos, sin perder los miedos, sin asirnos a nuestra propia cara de miedo. Las estrellas se van haciendo manto y el universo es un juego, uno de esos que escapan a la lógica y los colores se suceden de manera interminable, cálida, multiesencial.
Nada, ya no nos satisface nada, el punto muerto de mis razones tiene nombre y boquita chiquita, la poca fuerza con la que alzo este grito desesperado, desesperanzado, entregado a la roja experiencia de la muerte.

Asco, maldito asco que me hace náuseas y mocos y vómitos que salen de mi fucsias y de todas formas, son triángulos, rectángulos que no conocí. La vida se derrite enmohecida, llena de flagrantes pérdidas como esta nueva.

Y aquí es donde me pregunto cómo hacernos un pequeño respiro, boquita chiquita acaso me ayudarás un poco a tragarme este mundo que se me hace hoy enorme y se me pierde en los ojos, que apenas puedo mirarlo por arriba de estas ojitos que se vuelven un despiste, que nacen una y otra vez hasta ser la siniestra marca de dios en mi rostro. ¿Serás entonces una fuente de donde pueda tragar los mundos que se alzan en llamas en los lugares que salen de las piernas de mis amigos de todo el mundo?