Dormir en una tina de metal,
fría, sin nada que pudiera rescatarse, tomarse, asirse.
Las carnes frías en el mostrador y el vidrio seco, los pajáros
caen sin colores por los edificios.
Uno, otro, miles.
Un mar de pájaros que caen desde el aire que se hunde
sobre sus agujeros y la noche tiene las palabras de las noches.
Un vacío, el estómago que vomita los pájaros sin colores.
Ya no vuela, están muertos. Todos muertos y los colores se estrellan
en el cemento y las caras de la gente del mundo.
Son un millón de pájaros, un millón más que se lanzan a morir
el vómito los fierros en la guata
Soberbia serpiente me estrujas la sien, las malditas formas
de categorizarlo todo. de encajonarlo, de hacerlo una habitación, una pieza de museo
Eso pareciera que me envuelve: un cristal protegido por palabras que se hacen cargo de lo que soy hacia atrás.
Ex
Exprimir las extremidades, exponer extrañas maneras de extrañar. Porque la vida se hace puertas afuera.
Soy una siembra que se amaleza, que se distribuye a sus anchas por los vidrios quebrados de este edificio, de esta enorme masa que recibe enfermos, locos, muertos. Y su imperio crece y engulle, traga como un demonio.
En vano me hacia magias la patrulla de este compilado conchetumare de afluencias de niños perdidos, de balas, de gargantas y pieles que huyen de sí.
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Amaru