Desde mis días no se ve tan lejano; ni
las casas se levantan sobre la vista.
Y si estallara y mi cuerpo
saliera difuminado
por la calles y las
oficinas,
sería un poco tímido y
tal vez tonto.
Recalaría en los labios que me acunen
o que se revienten
conmigo. Quizás
te habite el sexo o
los pies, sólo quizás.
Y podría mirarte más allá del campo
y las frescas avalanchas que me espantan.
Hay unas furias, aunque inéditas,
maneras de ser
obsecuente y poco consecuente. Porque
para disgregarse hay que tener los hombros firmes
y dejar de estimar e interpretar.
En el papel, salen encuentros
a la medida de cada espejuelo sobre los de
vida y obra.
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Amaru