Cuantas veces podría verte muerta, tantas.
Salir por toda Barrancas a tus golpes, a las voces que bajan desde las cordilleras
y suenan en mis patios.
Cuantas veces nacería fuera de aquí, en la maldición de la acción.
Papeles azules volando sobre mi pieza, pegándose en el techo y en los vidrios sucios de la cama muerta.
Cuantas veces el frío se hará nosotros y se vestirá con ninguna habitación que se pudre.
Tus cosas en el suelo, tus cosas en el suelo.
Somos pobres, pero no se trata siempre de lo mismo. Nunca más serán los ojitos de las niñas, nunca más se harán naciones en la noche.
Los nervios, los cigarros, los ocultos mensajes que se enrrollan en mi cara, la muda vida que te llevo dentro.
Cuantas veces cruces y piedras en las posas que se hacen en el pasto. Cuantas piedras arrojadas a tu pieza. Cuantas cabezas tienen que ser necesarias, cuantas protestas.
Hoy conmigo duerme la calma, la transpiración se me enfría sola, porque nunca vas a gastar tus pequeñas monedas por aquí. Y no me sirven ni los retos de mis madres, ni los de mis hijas, ni las consideraciones de mis hijas. Ninguna maldita inocencia se hará casa en estas calles.
Da lo mismo tanto, cuantas veces dará igual.
Las mujeres sin brazos dormirían en las vecinas.
La espera se sirve de algo cuando aún no vemos la propia libertad, cuando todavía se hace sangre en mi cuerpo. Pero cuando te busco, cuántas veces tendré que lanzarme de los edificios en llamas al vacío de unos cigarros mal encauzados.
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Amaru