No encaja mi trenza bajo la lengua
de esa amante que me mira por sobre su sonrisa.
Hoy sí que te beso, hoy sí que me levanto de
la silla y te como los pies
naranjas bajo el círculo.
Es el cero que nada por entre mis sienes el que se atreve
a denostar las ilusiones que bajan por mi estómago hasta mi principio,
solamente podría decirle a los pájaros negros que se posan en el pasto de la gran casa.
Tal vez este día sea el último, mis dos hijas
se hacen un nudo. Quizás la esfera caiga entre tus piernas
y una morada certeza vuele entre las nubes de este espacio que se ahoga
en la lógica.
Soy sueño en un momento, cuando la carne estaba hecha de carne podíamos tocarnos a vista de todos y no en la tina de metal que se pudre en el centro de mi corazón.
Hay rizos, mi trenza asustadiza que aterriza en el polvoriento suelo rojo
de este grito que se me sale de entre los poros para decirte que hoy
ni ayer es lo mismo desde tus senos o
desde tu dura guatita
o de tu prominente.
No hay comida, no hay gansos perdiéndose la película
de ese cuadrado de cemento que te hace tu hija
y esa palabra que se repite desde tus amores del origen para hacerse velas en tu entrepierna
que es mía. En ese paso del puente con grandes mandíbulas hacia tu garganta es que trago yo mismo mi inocencia de verte desnuda frente a la multitud y traspirarnos la grandeza de decir que me equivoqué contigo, que no eres lo que yo me imaginaba y pensaba que eras.
Hoy te saca la vida una pequeña fantasía que no es más que espectáculo y las voces se hacen un estruendo que baja desde el suelo hacia los cables de goma y metal y electricidad. No hay tantos animales muertos en esta escena como los que en nuestra piel podría decirse que se hacen cuerpo.
Ahora bien, lo más probable es que tu cuerpo de esta otra mujer me envuelva y coma de mis encías por un rato, mientras juego a que no me importa ser lastre.
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Amaru