

En el instante en que nacimos, las luces bajaron su intensidad, volamos fuera de lo externo y tocamos aquello intrínseco de nuestros ojos. -¿El cielo?, me pregunté. -Jamás, me respondí. Tú eres más que eso, destino insalvable de lo errante de mi ser, postura foránea al prejuicio y la erradicación del pensar... y del sentir, y del hablar, del cantar y del oler. Quizás, conocer eres tú, como un disparo en mis sienes, pero lumínico. Te amo.