Somos

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Tu suspiro, tu ilusión, si sólo eso hubiese conocido entonces. Subes, bajas, mueves, todo-nada. El brío de tu boca me enseña a soñar. Tu sonrisa. Arlequines mortuorios merecerían el perdón. Tú no, no te perdono nada, pues nada me debes. Motor sanguíneo de mi existir, entérame de frescuras y bálsamos.
En el instante en que nacimos, las luces bajaron su intensidad, volamos fuera de lo externo y tocamos aquello intrínseco de nuestros ojos. -¿El cielo?, me pregunté. -Jamás, me respondí. Tú eres más que eso, destino insalvable de lo errante de mi ser, postura foránea al prejuicio y la erradicación del pensar... y del sentir, y del hablar, del cantar y del oler. Quizás, conocer eres tú, como un disparo en mis sienes, pero lumínico. Te amo.

Vita puellarum

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Y son:
dos, una, toda la maravilla. Unión en la mira de la sentencia
inequívoca de madre natura. Salgan, salgan todas de su escondrijo cristalino y apenado, nada deben, nada teman. Su voz, pura e ingobernable, mueve este reino a su ritmo inclaudicable. Su viento fiero y tierno da vida a seres como yo, que nos ilusionamos con la ternura de sus labios rosas. ¡Vivan!, ¡dancen!, ¡nazcan!, una y mil veces para deleitarnos.

Vislumbras

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Muéstrame en pupila
tu sangre imperecedera. Ventana. ¡Sal de ahí ahora! Vente conmigo al bosque eternizante de los mares. Ves en la caída el honor, ves en la caída el dolor, ves en la caída el temor, ves en la caída el sudor, ves en la caída el candor, ves en la caída el sabor, ves en la caída el amor. Tómame en lágrimas infernales, amor.