Calle y pantalón

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La barra de hielo me golpeó fuerte la nuca y me tumbó. Una vez abrí los ojos dime cuenta de tremenda hazaña: Sí, ¡viva la calle y el pantalón! Después, quizás tres o cuatro segundos, una de las mujeres se acercó y me judeó un poco. La saliva me saltaba entre salidas y precarizaba mi pecho, como esperando. Sí, que viva la calle y el pantalón, pero que no vivan sin voz.

Tres líneas en el suelo

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Tres pasos hay que dar como líneas dibujar. Una bien grande que se bifurque y una, continuamente. La segunda -o primera o tercera- es una que corra con las vendas al aire. Que salga de tus orejas y se instale, se divise. La pequeña, que se alza en medios, con yes por todos lados, quizás con tes o aes. Tres líneas que hace poco eran sólo una.

La posibilidad es meternos en la noche

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- “Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?” - “Sí”, dijo, todavía mirándome.
De La noche de los feos, de Mario Benedetti
Yo también me desnudaba. Su cuerpo tibio y sus dientes apretados contra mi ahogada esperanza, y sus nudos deshechos por toda la habitación jugaban con mis ideas en vaivenes. No sabía cómo pedírselo, cómo decirle algo. Ella de a poco se alimentaba de mi, de mi pecho, de mi lengua. Inhalaba de sí para apretujarme, para asirme con toda su tensión. De pronto su mano. Pude sentir que su mano era rosada. Juntaba sus dedos presurosa y tomaba mis anteojos, que ya me había quitado. Su nariz chocaba en calma con la mía y se dividía en dos. Su boca apretada me deshumanizaba de a poco y yo me iba transformando en ella. Sí, es como ustedes piensan, quizá no pasó nada. Tomé sus lágrimas y las mías y las guardé bajo al almohada. No sé si en verdad toqué sus manos rosadas. No sé... Ella no me dijo más nada. Sólo recuerdo que despertamos y aún había un poco de oscuridad, un poco de nosotros y la violencia de las ciudades. Es verdad, yo la acaricié. Pero no creo haberla rozado. No lo sé. Quizá no pasó nada.

Poema visual: De risa en dos patas

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Poema visual: De risa en dos patas

Otra noche

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Otra noche masticando las venas del humo. Un pequeño gato se me sube a los hombros un rato y juega con mi pelo. Y tu pelo enredándose un poco en el mío, y saliendo disparado en todas las pestañas.

Si supieras

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Si tan sólo supieras o una bocanada de aire nos cerrara un rato las venas, se nos preguntaría la tarde o sucedería. La misma, la formación entre las lenguas que tanto salivan, la mínima estelita en las pisadas o en la lectura de las letras, la tradición toda o cualquier cosa que sea en adelante viene como preconcebida y me suena a tanto ruido. Me suena a sabido, y de indebido tal vez haya bebido un poco. Para tramar quizá haga falta un poco de falta, poblacionar las escandalosas vecinas de allá o de las carnes al aire. Todo a sangre fría.