Suelto el cabello
cabalgando el aire tibio
y nulo de los veranos de los pobres.
Casi se levanta tu vista y me quema
porosos los ojos en una nube
súbita rosa y arqueada.
Sueltos en la caída desde tus balcones y sobrevolando la irradiada
vista que no termina por fructiferar.
No se sabe nada, el plato ha quedado
pasado y
las naranjas, las cosas enterradas en las veredas
de tu villa salen al camino.
Pronto ahogaré tu voz, en
un salto.
Sueltos tus dientes entrarán en mi boca y
se escurrirán todos los muertos
por los ríos. Por los verdes ríos.
Cantan en tus veladas las humos de
los terrones y los insectos se procrearán interminables.
Bifuminado.
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Amaru