No puedo tragar

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no puedo tragar y mi cuerpo se desvanece
en mil formas que no conzco
y de una a otra me vuelvo yo mismo mirándome
los ojos con esa
cara de maldiciones que aveces traigo,

mi estómago cae hacia sí mismo y no puedo morderma las manos, ni siquiera puedo abrirme
a la salivación que quería porque me he hecho
un nudo, me vuelvo cicatriz en la boca hasta
ponerme morado y
el mundo nos conmina
a ser unos conchesumadres,
a decir palabras asquerosas
y volvernos bestias más bestias
y decirnos más bestialidades
y hacernos todos un cuerpo único
que sangra por sus orejas

no puedo entregarme al agua que cae de la noche sobre el
techo de mi pieza
y me vuelvo todo un círculo,
una mañana sin noche
y no puedo amanecerme por completo
y mi silueta es apenas diez mil puntos
en el espacio infinito enorme inentendible.

Pero la serpiente que tengo desde la garganta hasta mi ser revuelve los sentidos
de toda espera y se pudre junto a mi
y me dice que ya nada puede parecerse
a mi rostro que una vez más se
torna hacia yo y hacia mis monedas del bolsillo roto
y cubro con dos gotitas azules que viven por allá entre las erres.

El rostro obtuso de los techos
contempla los cuerpos extendidos.
Entre el suelo y los pavimentos
la vida es una pitanza profunda.

No hay mundo
ni invisible dominio oculto
ni espíritus ni mundo de espíritus, nada de eso, nada de eso,
hay simplemente un estado escondido y oculto,
un desplazamiento o partir invisible de los cuerpos humanos
cuyo estado anatómico externo, orgánico externo
es el único estado reconocible, valorable, de todos los cuerpos.

Perdón, pido perdones hasta caerme de rodillas, porque nunca me sentí tan vil, tan deshecho,
tanta vergüenza se metió en mi cara anoche que no puedo ni hablar.

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Amaru